Reflexiones y notas sobre la postfotografía. “La furia de las imágenes” de Joan Fontcuberta.

Retrato de Joan Fontcuberta
Retrato de Joan Fontcuberta

Sobre el autor

Joan Fontcuberta Villà (Barcelona, 1955) es un artista, docente, ensayista, crítico y promotor de eventos relacionados con el arte fotográfico. Profesor visitante en universidades de España, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, colabora con regularidad en publicaciones especializadas.
 
Su extensa obra fotográfica se caracteriza por el uso de herramientas informáticas en su tratamiento y su presentación de manera interactiva con el espectador. Al igual que otros artistas contemporáneos, representa una visión crítica de la realidad, las verdades fotográficas, históricas o ficticias a través de la fotografía y su contexto. Se posiciona en una línea de cuestionamiento y duda hacia la veracidad de la imagen fotográfica.
 
Autor de una docena de libros de historia y ensayos sobre la fotografía como El beso de Judas: Fotografía y Verdad (1997), Ciencia y Fricción (1998), La cámara de Pandora (2010) y La furia de las imágenes (2016). Se han publicado una treintena de monografías sobre su trabajo de creación. Desde el año 1974, cuando realizó su primera exposición individual en Barcelona, su obra se ha expuesto en museos de arte y de ciencia de todo el mundo, desde el MoMA de Nueva York al Science Museum de Londres.
 
Entre otras distinciones, en 1998 fue Premio Nacional de Fotografía, otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, en 2011 Premio Nacional de Ensayo y en 2013 fue galardonado con el prestigioso Premio Internacional de Fotografía Hasselblad. Fontcuberta analiza a artistas y autores que utilizan o utilizaron técnicas similares a las que él adscribe y los toma como referentes al momento de replantear la idea de la iconicidad de la fotografía. Sin embargo, es el propio Joan Fontcuberta, quien representa un referente para muchos artistas y teóricos contemporáneos.
Portada_La Furia de las Imágenes
Libro de Joan Fontcuberta

Sobre el libro

Joan Fontcuberta en este libro resalta los cambios que se están implantando en nuestra sociedad causados por, lo que por muchos están empezando a llamar, el petróleo del siglo XXI. El boom del comercio globalizado que se fragua cada vez más a través de la red de internet no tiene freno y se aprovechan todas las fisuras legales para generar nuevas formas de mercado aprovechando las nuevas tecnologías. El mundo del arte también sabe sacar partido a esta interconectividad mundial y afloran expresiones artísticas novedosas nacidas del flujo constante de imágenes subidas a la nube. La imagen ahora más que nunca ha alcanzado una supremacía frente a la vida acelerada que vivimos y, junto a nuestro inseparable móvil, se ha desembocado en una nueva manera de comunicación.

Esta marea negra, superabundancia digital de la que habla en estas páginas como la postfotografía, donde la tecnología propaga vertiginosamente imágenes llenas de información. Es un libro donde se invita la reflexión de cómo se gestiona la inmensa iconografía existente en el arte contemporáneo y cómo afecta en nuestro modo de vida actual. Ahora tenemos la información del mundo a un clic de ratón y nos perdemos dentro de pantallas de luz transformándonos en personas más individualistas y consumistas, donde la calidad se difumina en favor del exceso incontrolado.

La palabra postfotografía surge a principio de los noventa por el continuo adulterio que sufre los valores propios de la fotografía. Los escáneres, fotocopiadoras, cámaras digitales, ordenadores, Photoshop,…, hacen de esta una manipulación donde el espectador se hace más incrédulo y donde el fotógrafo pierde su protagonismo al incorporarse a la profesión tantos aficionados productores de imágenes. La superproducción de una fotografía desmaterializada adaptada a la vida online es la definición de la postfotografía presente donde las imágenes se distribuyen por la red con fugaces píxeles y se almacenan en forma de bits: Google, Yahoo!, Wikipedia, YouTube, Facebook, Instagram,…, han cambiado el panorama. Todo tipo de imágenes están a nuestro alcance sin tener que fabricarlas, ahora los principios de autoría no están muy claros y se generaliza a la apropiación. Muchos artistas hacen de esto su obra como carroñeros de la red, buscando la novedad de momentos surrealistas de alguna cámara indiscreta. El ego que se manifiesta con el fenómeno selfie han culminado en otro batallón de retratos que inspiran las mentes creadoras. Se busca la conceptualización en estas obras, donde se refleje la intencionalidad de la instantáneas recogidas y la idea de compartir prevalece ante la de poseer. Fontcuberta explica que es un término más postfotográfico hablar de “adopción” ya que lo original se transforma en otro estado para cargar de otro sentido, icónico y simbólico a veces, la copia. Muchas veces no es tan importante quién aprieta el botón sino quién le da el concepto y gestiona la vida de la imagen, por lo tanto se puede aplicar a toda aquella que espera, que duerme, en el extenso mundo de la red.

En el 2013 “selfie” se convierte en la palabra del año, dejándose ver con esta preferencia de autorretratarnos la condición egocéntrica del ser humano, creciendo la necesidad de mostrar al resto del mundo, a través de las redes sociales, que participamos en él. Facebook, Twitter, Tuenti, Meetic, Badoo, entre otras plataformas, están llenos de autorretratos delante de un espejo, los “reflectogramas”, como así los llama Fontcuberta, es un fenómeno sociológico de gestionar nuestra imagen en un acto voluntario y participativo con la comunidad del ciberespacio. Espejos y cámaras por todos los sitios, filtros y plugins para retocarnos, nace otro modo de comunicación, de ligar, de flirtear, publicitando nuestro yo e intentando captar la atención del interlocutor. La eclosión de imágenes caseras, llenas de espontaneidad, hace que el mundo erótico se nutra de todo esto, dejando un línea muy fina entre lo moralmente tolerable y lo que no. Se reivindica la libertad. La mujer se suma al afán protagonista de los refletogramas, tal vez por sus logros de emancipación de estereotipos, pero son los hombres los más habituales buscadores del morbo que despiertan estas imágenes. Sea como fuere lo que se deja evidente que con la facilidad de apretar un botón se aflora la naturaleza innata de nuestro ser exhibicionista y voyeurista.

Es una forma nueva de documentar la vida. La comunicación por los smartphones ha creado nuevos fenómenos sociales de participación ciudadana y activismo político, donde a veces se sacan a la luz verdades que no querían ser confesables. Todos alzamos los brazos para denunciar, acreditar, verificar y expandir acontecimientos con nuestros destellos de flash. Esta lectura nos deja claro y nos hace pensar de cuanto y en tan poco tiempo ha cambiado nuestro mundo. La imagen ya no se imprime y Facebook es la memoria virtual donde colgamos los recuerdos de todos nuestros pasos por lugares, con amigos o familiares, manteniendo una comunicación de pixeles desmaterializados. Esto hace que nos preguntemos que sucede después de la muerte con toda la información que hemos subido a los servidores, ¿será implantada a otro ser humano o robotizada?

Joan Fontcuberta destaca en este libro la necesidad de controlar la anarquía que existe en el mundo globalizado digital con la postfotografía. Conseguir la soberanía de tantas imágenes que surgen de la protesta, la indignación, la evasión o la diversión de un planeta donde las noticias, con ayuda de las nuevas tecnologías, se propagan rápidamente y donde todo se quiere grabar para dejar constancia. Ahora la contaminación de la “vida 2.0” ha traído consigo la visión de una realidad manipulada en muchas ocasiones.